Felisa conocía cada puerta, pasillo y pasadizo; así como datos y detalles, personajes y leyendas de este convento-museo de arte colonial quiteño. Gracias a ella contemplé la gran riqueza en lienzos, esculturas, textiles, platería y el arte de la Escuela Quiteña de los siglos XVII y XVIII.
La visita al claustro y a la iglesia es un viaje contemplativo a través de las obras más representativas del arte religioso colonial quiteño. ¡Acompáñanos en este recorrido para descubrir la mística y esplendor del Convento Museo de San Diego!



Fotos cortesía de Jay Vandermeer
¿Por qué debes visitar el convento-museo de San Diego?
Por su relevancia histórica: El Convento de San Diego era la antigua Recoleta de la Orden Franciscana fue fundada el 29 de enero de 1597 por el Padre Bartolomé Rubio. Convirtiéndose en la primera Recoleta del Ecuador; y la segunda, en Sudamérica, -la primera está en el Perú, la de “Nuestra Señora de los Ángeles de Lima”, en el tradicional distrito de Rímac, fundada en 1592-.
Por su legado artístico: Lo primero que llama mi atención al entrar en la iglesia es el retablo del Retablo Mayor que data de 1950. La Virgen de la Caridad de Illescas, fue traída desde España y data del siglo XVIII. A un lado y a otro del Sagrario, puedo apreciar las estatuas de Santo Domingo y San Francisco atribuidas al escultor Manuel Chili, Caspicara máximo exponente del arte colonial quiteño.

En el convento podemos observar una técnica arquitectónica conocida como Ojo de buey que era utilizada en lugares oscuros y buscaban el ángulo para que la luz natural ingrese.

Precioso Calvario, obra genuina de la escultura quiteña. Siglo XVIII.

La Santísima Virgen de las Mercedes del Volcán, protectora de Quito cuando erupcionaba el cercano volcán Pichincha.
Aquí nace una leyenda:
Al costado izquierdo del Retablo Mayor observo un nicho donde hoy reposa la imagen de San Sebastián. Felisa me revela que en ese precioso lugar se encontraba la ventana por la cual el alegre Padre Almeida salía por las noches a disfrutar de la bohemia quiteña del siglo XVII. Es aquí en donde nace la Leyenda Padre Almeida, justamente bajo esta ventana se encontraba el Cristo, que lo increpó: “¿Hasta cuándo Padre Almeida?” y el joven fraile franciscano le responde: “Hasta la vuelta mi Señor.”


Durante la visita al museo puedes conocer la ventana por la que escapaba el travieso Padre Almeida.

Otro elemento interesante es el osario situado detrás del Altar Mayor. Lo encontré luego de que Felisa empujara una puerta tallada en piedra, que aproximadamente pesa una tonelada, pero gracias al ingenioso sistema de giro, la guía la logra abrir con tan solo una pequeña presión. En este osario reposan algunos esqueletos y están resguardados junto a una pintura mural descubierta en 1978: la imagen de Virgen de los Dolores, Santo Domingo y San Francisco.
La joya de San Diego: su púlpito
Cuando visites la iglesia, será imposible que tus ojos no se detengan en el púlpito. Sin duda, representa la joya más preciada; por su forma y proporciones, se asemeja a un cáliz, pero un cáliz tan barroco como bello. Por su fina talla y labrado, la creación de este púlpito se le asigna al escultor Juan Bautista Menacho y data de 1738; es el segundo púlpito en Latinoamérica tallado por el artista, está conformado por siete esculturas superpuestas, las cuales se le atribuyen a Caspicara del arte colonial quiteño.
En la Iglesia de San Diego se aprecia el púlpito más antiguo del Ecuador.


La escultura de la agonía.
Una vez que entro la Sacristía pude observar a Jesús crucificado, esta escultura, me explica Felisa, fue elaborada por el Padre Carlos, escultor quiteño del siglo XVII. Nuestra guía nos hace notar los detalles y arte con la que fue esculpida esta obra del Cristo Agonizante. Dependiendo del ángulo de dónde miro la imagen, Felisa me hace notar que se destacan tres fases del rostro del Cristo. De frente podemos observar su mirada serena y sus labios entreabiertos; desde el lado izquierdo, vemos a Jesús en agonía; mientras que, a su derecha, se ve su semblante rígido en la hora de la muerte.
Reliquias por dónde vayas.
Mientras atravieso patios de piedra y galerías de arcos y geranios, los tesoros religiosos y artísticos me cautivan con su belleza e historia. Al cruzar su patio principal llego a la capilla levantada en homenaje a la Virgen de Illescas. Luego, El Patio de la Cruz me recibe al entrar al claustro entre higueras y rosales, en su centro se levanta un humilladero de piedra. El patio es pequeño, perfectamente cuadrado, rodeado de veinte arcos semicirculares de piedra que reposan sobre sus columnas y encima de los cuales se levantan las celdas y claustros del piso superior.

Si caminas con atención podrás observar la pintura mural en los pasillos del convento, fueron descubiertas en 1978 cuando empezaron la restauración. Según me cuenta Felisa, los frescos estaban cubiertas por siete capas de cal; la razón, explica la guía, esta creencia de cubrir las paredes cal evitaba que se propaguen las pestes.
En una de sus paredes del patio de la cruz descubro la fecha en que fue concluido: «Acabose, 6 de junio de 1626».

Recorrer este lugar no hubiese sido lo mismo sin Felisa Guerra, encargada del museo de San Diego.

El Presbiterio se encuentra cubierto de un artesonado mudéjar magníficamente conservado. Se destaca el retablo de San Antonio, una estatua atribuida a Bernardo de Legarda. Y también, los altares que custodian las imágenes de la Santísima Virgen María con las advocaciones del Quinche, La Virgen de la Nube, la Virgen de Fátima y el Divino Niño.

En la Sala de Profundis lugar donde los padres meditaban antes de entrar al refectorio o comedor, se admira una representación de La Última Cena del artista quiteño Miguel de Santiago, en la que el plato frente a Jesucristo contiene cuy y humitas; una preparación andina tradicional. Otro cuadro muy importante es la Sagrada Familia atribuida a la hija de Miguel de Santiago y data a finales del siglo XVII.
Antes de subir al campanario, pasé por el coro, aquí pude observar diferentes imágenes de los planos y restauraciones de la iglesia. Atravesé una pequeña puerta y lo que vi me sorprendió: tres campanas enmarcaban el Centro Histórico de la ciudad de Quito; al fondo, como guardiana del patrimonio, vi a la Virgen Alada del Panecillo.
A este convento también se le conoce con el nombre del Museo del Padre Almeida. Este es el lugar en el que nace la famosa leyenda de pícaro padre Almeida.



Aquí vivió el fraile más célebre del Quito conventual.
Bajé del tejado para continuar mi recorrido hacia la parte más privada del claustro: las celdas o habitaciones de los frailes. Los pasillos que conectan cada dormitorio están decorados con pinturas, escritos y baúles forrados con cuero. La habitación más afamada y buscada es la del travieso Padre Almeida. El pequeño dormitorio está recreado con una cama hecha de cuero de vaca en tiras, sus instrumentos de penitencia, la guitarra y algunas prendas de vestir como hábitos y casullas.

El arte religioso colonial quiteño es un ícono de la Escuela Quiteña en San Diego.
Te invito a que visites el Museo-Convento de San Diego. Estoy segura que te asombrará el arte, la leyenda y la historia que aún conservan sus muros de adobe. Por tesoros como éste, la UNESCO, en 1978, declaró a Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Coordenadas
Ubicación:
La iglesia de San Diego se localiza en las calles Calicuchima y Farfán, al sur-occidente del Centro Histórico de Quito, frente al Cementerio de San Diego.
Horarios de atención:
Lunes a Sábado y feriados: 10:00 a 13:00 y 14:00 a 17:00. Domingos: 10:00 a 14:00 (sábados y domingos no ingresan a la iglesia).
Precios:
Nacionales y extranjeros adultos: $ 2.00. Estudiantes universitarios y secundarios (carnet), discapacitados y tercera edad $ 1.00
El convento de San Diego no puede ser más genuino. Estilo colonial quiteño y rodeado de historias y misterios. Me encanta cómo nos cuentas la historia del lugar además de todas las curiosidades. Ya me imagino al padre Almeida escapando por la ventana. Un abrazo!
Hola Maribel: Tal cual, el convento de San Diego es una joya de arte y fe, no muchos lo conocen así que, compartir sus historias, leyendas y tesoros creo que es muy importante. Mil gracias por leerme. ¡Saludos desde Ecuador!
Es muy importante recorrer un sitio de manos de buenos profesionales que conozcan cada rincón. Se nota que Felisa te supo contar todos los detalles del Convento de San Diego y tú has sabido transmitirlo en cada palabra y foto. El púlpito es una verdadera obra de arte!
Mil gracias María por tu interés y me alegra de corazón saber que te interesa y aprecias nuestro arte e historia. Saludos desde Quito, y lindo inicio de semana.
Descubrir un tesoro en el casco colonial quiteño, en el convento de San Diego, es toda una experiencia, recuerdo cada momento vivido en mi país, disfrutando de todos sus rincones, me encanta leerte y saber más de mis raíces, vivo enamorada de un país único, en el cual la inspiración es fundamental, agradezco toda la información que compartes sobre el Ecuador un país excepcional, donde habita gente maravillosa con un corazón gigante, y repleto de rincones maravillosos, un abrazo Rosana
Estimada Mónica, no sabes cuánto me alegra leer tu mensaje, me motivas a seguir compartiendo las bellezas naturales y artísticas que tiene nuestro querido Ecuador. Te mando, igualmente, un gran abrazo.
quito es, sin duda, una de las ciudades coloniales más hermosas que conozco: sus calles empedradas, las iglesias coloniales intactas con esos retablos. Sin duda quiero volver.
Y aquí te espero, Enri, con los brazos abiertos para llevarte a recorrer Quito.
Que hermosura y descripción tan linda del casco colonial Quiteño y esta obra de arte con que cuenta el convento museo de San Diego. Transmitiste de manera tan artística y real cada área que fue como estar ahí. Ya lo tengo anotado para ir cuando visite ese bello país.
Me alegro Fabiola saber que irás a visitar el Convento Museo de San Diego, estoy segura que conociéndolo personalmente te impresionará aún más. Mil gracias por leerme y bienvenida a esta Vía Mía. Saludos.